Cuando Martín volvió a casa con un humor alegre, yo estaba tirando comida intacta en el basurero antes de comenzar el relato.
Llegué a casa después de hablar con mi amiga sobre el divorcio, ya decidida.
El aire dentro del apartamento se sentía pesado, como si cada pared y cada mueble guardaran el peso de todo lo vivido.
Martín estaba en el sofá, con la luz de la televisión iluminando su rostro cansado, pero aún con el celular en la mano, como si esperara que Valeria lo llamara de nuevo en cualquier momento.
Pasé junto a él sin decir nada.
Ya no había necesidad de gritos o discusiones.
Esas batallas las había perdido hacía tiempo y a estas alturas ya no importaba.
Fui al cuarto y empecé a organizar mis cosas, separando sólo lo esencial.
No llevaría mucho, sólo lo necesario para comenzar de nuevo, sin cargar con recuerdos inútiles.
Mientras metía ropa en la maleta, escuché a Martín entrar en el cuarto.
Se quedó apoyado en la puerta, cruzando los brazos.
¿Qué estás haciendo ahora?
Preguntó con su habitual tono de irritación.
Empacando mis cosas respondí sin mirarlo.
Se rió con sarcasmo.
Otra vez con tus dramas.
Siempre haces lo mismo.
Te vas y vuelves a las pocas horas.
No tienes el valor para irte de verdad.
Seguí doblando mi ropa con calma, sin prisa.
Esta vez es diferente dije sin emoción.
El bufó, incrédulo.
Claro que sí.
Vas a regresar como siempre.
No puedes vivir sin mí.
Por un momento me detuve y lo miré directamente, encarando a ese hombre al que un día pensé que amaba.
Una sensación extraña de paz me invadió.
¿Sabes, Martín?
Tenías razón en una cosa.
Antes pensaba que no podría vivir sin ti.
Ahora sé que sí puedo y es liberador.
Él frunció el ceño, intentando averiguar si hablaba en serio o si era sólo otra provocación.
¿Liberador?
Repitió con una sonrisa burlona.
¿Y qué harás?
¿Vivir sola con tu sueldo miserable?
Mucha suerte con eso.
Volví a doblar la ropa, sin responder a su provocación.
No te preocupes, ya me estoy encargando de eso.
Martín soltó una risa hueca, confiado en que yo nunca tomaría una decisión definitiva.
Estaba acostumbrado a que siempre retrocediera.
Cuando terminé de empacar, me levanté y lo miré una vez más.
Sé que piensas que esto no significa nada, que nunca me atrevería a irme.
Pero vas a descubrir muy pronto que estabas equivocado.
Ÿ.